Nacido en el Chaco, hoy su obra es una de las más vendidas del país y en el mundo. Descendiente de irlandeses que se asentaron en el impenetrable, Lockett desde el 2005 generó un quiebre en la escena del arte contemporáneo por su compromiso social y sus intervenciones callejeras por fuera de los museos y apuntando a la comunidad.

Venía del psicólogo y de comer una ensalada. Agarró un vaso, rascó del freezer hielo y abrió una Chivas de estreno, en un hueco de su taller donde armó una especie de cocina con mesada. Los ayudantes seguían trabajando detrás en un espacio repleto de cuadros y estampas, su sello inconfundible a estas alturas por todos lados. Entre medio del diálogo, una amiga chaqueña que intenta resolverle un viaje a Corrientes, un chico hijo de alguien que venía a verlo para que le de un visto bueno, los cortes de luz que lo tenían mal de su casa en Recoleta con el nacimiento de su tercer hijo, unos amigos que le trajeron botellitas boutique de Johnnie Walker de regalo y al final una ayudante que le trae una plancha para grabados artesanales para hacer trabajos en la villa La Cava de San Isidro. ¿Ves por qué no estoy en el mercado del arte? Me dice cuando ve la plancha. Sin dudas, la vida de Milo cambió. Pero porque él quiso que cambie y tomó decisiones que dieron un giro a lo que venían siendo sus días en Resistencia allá por el fantasmal 2001 cuando tuvo que cerrar su fábrica textil para siempre y empezar a pintar desde cero y con una familia ya a cuestas. De ese segundo que decidió ser MILO, marcó tal estilo en su pintura que llegó a la Buenos Aires de Palermo Hollywod y ArteBA, ganando premios y vendiendo como nadie. Pero en todo este trayecto desde 2005 cuando arribó a la Capital desde el Chaco, logró salirse del encierro que suponen los circuitos del Arte y llevar su pintura a las calles, vincularse de otra forma con ONG’s y también con marcas comerciales, convirtiéndose en un tuneador serial.

Ese día que nos encontramos en su Taller de la calle Cabrera, venía de Vaca Muerta, tras ser invitado por la Fundación YPF donde hizo lo que viene haciendo en todos lados: dibujar e invitar a los presentes a pintar, dictó una clínica para los artistas del lugar y por último, oficiará de puente para que, con ellos, se inaugure una muestra colectiva en Buenos Aires: “Vaca Muerta es un lugar donde la comisaría es más grande que la escuela, no puede ser muy lindo”.

La información que me dejaron mis abuelos de mi ascendencia irlandesa es poca. Sé que primero llegaron a Uruguay, después cruzaron a Santa Fe y de ahí al Chaco que no era Chaco todavía sino territorio nacional. Muy pobres, tampoco es que luego hicieron una moneda, seguimos siendo pobres. De la familia que vino, quedó un hermano en Santa Fe y dos en Chaco en la Capital y en el interior. Una familia trabajadora, limpiaban campos. Mi padre tampoco tuvo campo, fue trabajador, clase media. Tenían un concepto de familia muy raro, terminaron todos peleados entre ellos. Mi papá estuvo distanciado con sus hermanos toda su vida, crecí en una familia donde mi papá decía que la familia éramos nosotros, yo y mis cuatro hermanos. Se juntaban en navidad y chau.

¿Cómo fue crecer con este concepto de familia, y poder superarlo?

Muy bravo. Soy muy familiero, protector de mi familia y de mis seres queridos. Me parece que uno tiene que proteger el entorno y las personas que lo acompañan. Soy protector con mis empleados, tengo amigos, soy muy amiguero. Siempre me tocó ser líder entonces es muy difícil porque tenés mucha carga de responsabilidad todo el tiempo de ser justo de ser noble, de no ser un tirano. Hablo mucho de formar un equipo.

¿Qué es lo fundamental para que un equipo ande?

El respeto. El respeto va de arriba hacia abajo, entre cada uno sea cual fuera su rango. Si el líder es respetuoso, el resto de la manada es respetuosa. Si el líder es maleducado el resto de la manada es maleducada. Entonces es muy importante ganarse el respeto del de abajo. Y eso te lo ganás siendo educado respetuoso coherente sano en la relación. Es una cosa que hay que practicar. Soy un pecador neto estoy lleno de cosas que no son virtudes pero trato de practicar la coherencia lo más que puedo.

¿Aunque sea ser coherente con un defecto o con un vicio?

Claro, es coherente, el tipo siempre es de la misma forma. Su palabra, equivocada a lo mejor, se mantiene. Igual tiene que haber espacio para el cambio. Es un tema que nosotros no estamos acostumbrados cuando una persona tiene un discurso y con los años lo cambia, puede hablar de crecimiento o de traición, depende el lugar que ocupe en la sociedad. Está buena la evolución de un pensamiento. Uno no puede pensar lo mismo a los 20 a los 40 o a los 60 años. No hay maduración. En un punto, ser coherente es ser transgresor. En un mundo donde no hay reglas, donde no hay códigos, donde no existe la lealtad y las reglas morales están como quebradas, una persona que es coherente con la conducta es transgresora. A mí me gusta mucho la interacción humana, poder interactuar, dialogar, poder contarse cosas, me parece bastante groso en un momento donde hay mucho silencio. La gente sí o sí necesita que pertenezcas a alguna red o estés conectado con algo. A mí me gusta cuando por ejemplo cuento una historia sencilla y la gente se hace un mundo de esa historia.

Ayer venía de hacer un trabajo con una ejecutiva de una empresa muy arriba y le contaba una historia de un chico de cuatro años, donde un dragón toma un helado, el helado no se derrite, el fuego cruza por arriba por abajo… hablaba de la imaginación de los chicos que nosotros la perdemos cuando ingresamos a la escuela primaria. Hace unos años que tengo en la cabeza, recién ahora voy a ponerme a trabajarlo, un libro donde hablo de esos recuerdos de cuando teníamos cinco años y que te sirven para toda la vida. Estamos viviendo una época donde las relaciones personales con la ayuda de la tecnología están cada vez más artificiales. Creo en las relaciones humanas. Si bien respeto las redes sociales y todo eso, me parece que hoy por hoy lo que tenemos que recuperar es la relación visual, es lindo poder mirar a alguien a la cara a los ojos y uno puede descubrir más o menos con quién está. Para mí es muy importante eso.

El mundo cambió mucho y va a cambiar mucho más en los próximos treinta, cuarenta años. La tecnología está en un momento de desarrollo. Si diez años atrás yo te decía que marcando el número de tu amigo en el teléfono te iba a salir su cara en la pantalla me hubieras dicho que era impensable. Diez años atrás nos reíamos de eso. Recién estamos en la innovación. Ahora viene todo el desarrollo. Va a ser mucho más virtual todo. Más allá de esto lo que hay que tratar de no perder es la relación humana. Para los más chicos las relaciones son bastante virtuales, no tienen el sentido de las palabras, perdieron el código visual, el lenguaje corporal. Por eso, el que maneja el código corporal maneja mejor las situaciones en las manadas. ¿Por qué un tipo es líder? Porque maneja el lenguaje corporal. Cuando vos llegás a un lugar y decís buenas tardes y te reís, el resto queda paralizado.

En tus trabajos y en tu día a día, ¿utilizas tecnología?

Nada, no uso nada. Lo máximo es un mensaje de texto, hasta ahí llego. Hay veces que cuando me tocan el teléfono se me desordena todo. Desde ya cuando quiero comunicarme con alguien yo lo quiero encontrar. No estoy para entrar en dos sitios o estar bajando cosas. No es mi palo. Mi tiempo hora hombre pasa por otro lado. Sigo siendo un artista si se quiere de la vieja escuela, que si bien trabaja de una manera muy rápida y todo el tiempo estoy tratando de aggiornar mi obra, sigo trabajando con las manos y me gusta la producción por eso tengo empleados porque me apasiona la escala. No puedo perder el tiempo haciendo puntos. Sí a lo mejor digo cómo van a ser los puntos. Son ayudantes más que empleados.

CHACO

Desde tu explosión y reconocimiento como artista venís llevando una serie de viajes por todo el país. ¿Cuál es tu impresión de la situación que vive el interior?

Veo una Argentina muy fraccionada todavía. Veo una Argentina federal que funciona con unitarios. Me parece que el país aún se mueve con una discrepancia entre las provincias y con lo que representa el interior. No es lo mismo la provincia de Buenos Aires que la provincia de Córdoba o de la Jujuy. Cada una tiene una problemática social y cultural distinta. Entonces es muy difícil bajar una línea desde Buenos Aires que sea tan pareja. Es complicado unir todo el país. Hay un nivel de segmentación muy fuerte aún, con muchas islas. Cada provincia tiene una necesidad diferente y lo que no se hace es preguntarles qué necesitan, siempre se supone desde lo nacional que la provincia necesita eso que uno piensa que el otro necesita. Trabajo en varios proyectos sociales desde hace tiempo, y aprendí a decirles que no a muchos porque los veo mal desde el inicio. Cuando yo supongo que a vos te gusta el bombo porque vivís en el Norte, supongo mal. Como él supone mal que como vos vivís en Buenos Aires viajás en tren y en subte.

Persiste un nivel de prejuicio altísimo…

Sí, y tiene que ver también con la decadencia de la educación pública y privada, las dos están iguales con la diferencia que una te sale siete mil pesos y la otra gratis. Es una problemática de la cual nadie se hace cargo. En relación a la privada, cuando vos signás la educación de acuerdo al ingreso, es mala la educación. Mi hijo estudia mejor porque le pago siete mil pesos. Mi hijo estudia mejor que el tuyo porque yo pago 12. Y así. Nosotros tuvimos una educación pública de excelencia. Yo les recordaría a todos esos señores que defienden la escuela privada que estudiaron en una escuela pública en una secundaria pública y en una universidad pública y gratuita. Entonces les reclamaría un poco de compromiso, una palabra que nunca aparece. Me gusta que se nivele para arriba no para abajo, me duele mucho cuando recorro y veo escuelas con muchas necesidades y el Estado está ausente. Y me duele también que se piense que lo único que puede salvar la educación sea la enseñanza privada. Soy un gran defensor de la escuela pública porque este país y sus clases dirigentes se formaron en ella y la clase pudiente también. En el medio pasó algo fuerte con responsables que no se hacen cargo. Ese es otro tema, nadie se hace cargo de nada en este país. Un país que no tiene justicia y con una sociedad muy hipócrita.

En tus recorridos por este interior profundo, mantuviste contacto con aborígenes.

Tuve mucho contacto, hoy por hoy no. Lo veo como un momento de mucho olvido para con los pueblos originarios y sus demandas, donde pareciera que nos hemos olvidado que ellos eran los que vivían acá antes que lleguen nuestros abuelos con una mano atrás y otra adelante. Es un país que es muy hipócrita cuando habla de justicia social y en la construcción del país fue muy autoritario sobre su mismo territorio y sobre las personas que vivían acá. Porque más allá que sean pueblos originarios que pareciera que habláramos de otra categoría, son personas, humanos como nosotros. En realidad ellos estaban primero y tendríamos que tener una mayor consideración que ellos nos han dejado vivir en sus tierras que hoy son las nuestras. Es un país que está signado por mucha injusticia y por mucha abundancia a la vez. Cuando hay abundancia de riqueza, hay corrupción, avaricia y una distribución desigual.

¿Cómo ves el arte incorporado en la educación pública?

El arte en las escuelas es muy peyorativo. Es como la hora libre. Nadie lo dice. Sin embargo, si vos te remontás a tu primera infancia con dos o tres años, la primera manifestación es rayar y rayar, manchar, es más importante que la palabra, el gesto. Cuando se ingresa al primer grado esto se corre de lugar y empieza a tener otra connotación. Y ya en la secundaria se convierte en una hora libre.

BÚSQUEDAS

Tu forma de ser artista tiene más que ver con la de un trabajador, un obrero, que con alguien de museo. Y donde el taller significa mucho.

El concepto de taller es muy importante. Este de Palermo tiene dos años. Es un taller muy luminoso y a la calle, que era un desafío porque nadie te quiere mostrar cómo lo hace y como soy un cocinero cinco estrellas (risas) me gusta eso, me gusta mostrar la cocina no tengo complejos de exponer lo que hago porque estoy muy seguro de lo que hago. Las horas que el artista le dedica al trabajo son fundamentales. Eso tiene que ver con el artista que hace investigación y trabaja todo el día en su obra. En mi caso que soy muy productivo, necesito encontrarme todos los días trabajando, no me imagino frenar. Incluso los días que no estoy tan empapado, que estoy en otra actividad, al otro día me cuesta mucho. No puedo estar tantos días parado.

¿Te cuesta dormir?

Sí me cuesta mucho dormir. Pero es un precio que pago sin culpa. Cuando un artista trabaja mucho tiene más posibilidades de encontrar recursos para su obra que un artista que únicamente piensa la obra. Sobre todo en el campo de la pintura que es mezclar, prueba error prueba error prueba error hasta que la embocás. Por más que yo me pasé estudiando teoría del color durante quince años no voy a saber de color hasta que no mezcle y me equivoque y vuelva a mezclar hasta encontrar ese azul o ese ocre que es difícil de encontrar.

¿Y a la inspiración que lugar le das?

Tengo mis serias dudas con la inspiración. Está comprobado científicamente que una idea decanta después de muchos años de trabajo, de mucha búsqueda. La mayoría de los artistas piensan que tienen que estar inspirados para poder trabajar, en realidad uno trabaja y en el trabajo aparece la inspiración. Ahora, después de diez años de trabajar en una dirección, un día te levantaste, hay una mancha y vas por ese camino, descubriste algo, pero hubo diez años o el tiempo que sea de investigación antes. Pero yo no es que me levanto inspirado. Por ejemplo, entro a un museo y veo 600 autores y hay uno que me da ganas de pintar. Vuelvo al taller y pinto lo que ese detalle que me gustó me genera. El arte contemporáneo todo el tiempo se recrea de arte contemporáneo. Es muy difícil ser original hoy en la actualidad. Hago un dibujo, lo subo a internet y a los cinco minutos hay un chino que lo intervino, lo reformuló, y aparece una gran obra.

Es parte de la cultura global.

Sí. Ahora hice una muestra en Suiza que no fui y voy a volver en el 2017 con una gira por Berlín, Ginegra y Lugano. No tengo tanto conflicto con lo global porque nosotros tenemos un arte que gusta mucho. En este momento Europa está muy atenta al arte Latinoamericano. Por eso está en alza. Lo que pasa es que en este país no tenemos proyección internacional porque no hay políticas culturales que banquen este momento y que apunten a exportar. No puede tener las mismas condiciones de exportación una persona que hace arte que un sojero o que un carnicero o que un tipo que arregla radios porque no es lo mismo. Sacar un cuadro de acá es más difícil que sacar dos toneladas de soja. Es tremendo. Y para entrar es lo mismo.

¿En relación al mundo del arte, sobre todo el que se asienta en Buenos Aires, para vos fue entrar en un mundo nuevo?

Apenas entré pensé que era romántico y al poco tiempo me di cuenta que era muy áspero. Igual, no existe ningún mundo del arte porque no hay mercado. En los últimos dos años cerraron el 60% de las galerías de Buenos Aires. Y este último año de las siete casas de remates cerraron cuatro. Entonces eso indica que el arte no tiene ningún valor. En la Argentina no hay mercado de arte, no puede valer una cosa en dólares en un país donde no hay dólares (a los gritos). Durante cuatro años fui el niño mimado de ARTEBA y después me expulsaron del sistema del arte porque no existe un lugar que contenga al arte argentino. No se puede seguir pensando únicamente en valorar el arte de los artistas que ya no viven. Está bien que exista un mercadito con eso, si es que lo hay. Pero nosotros vivimos en un mundo contemporáneo, y no hay lugares que armen las reglas de juego. No hay un Indec del arte que diga esto es malo o esto es bueno o el arte hoy vale tanto. No existe porque no hay ninguna asociación que contenga eso. Es todo medio tomado de los pelos.

LOS DESFACHATADOS

El mural es un territorio de exploración que manejás a menudo y en locaciones sociales en conflicto o con una ausencia estatal importante.

Los murales tienen un valor social especial, porque la pintura y el arte trabajan para la gente en ese momento. Cuando tenemos la posibilidad de vivir en una ciudad como Buenos Aires que está considerada como una de las capitales donde hay más grafitis, y que al contrario de varias de las principales ciudades del mundo donde es delito, eso tiene un valor muy interesante. Todos los días a Buenos Aires entran 4 millones de personas a trabajar y se van. Seis millones de personas que se mueven en tren subte colectivos, está bueno que tengan la posibilidad de ver una pared intervenida por un artista callejero, anónimo o reconocido no importa. Ver arte en la calle un tipo que por ahí entra a laburar a las cinco de la mañana y se va de Buenos Aires a las seis de la tarde y no tiene tiempo de ir al museo o a la galería, ni tampoco tiene poder adquisitivo para comprar arte o tampoco en su casa le enseñaron que tenía la posibilidad de tener un cuadro. Desde ese lado el mural es un lugar riquísimo.

También tiene una esencia teatral de pintar “en vivo”.

Sí, cuando uno pinta en público tiene una adrenalina especial y el público también, la acción pasa a ser más importante que la obra, uno está poniendo el cuerpo ahí, es más teatral. Pero lo que está bueno es dejarles el mensaje a los otros que todos pueden pintar, no que el arte sea tan delimitado, tan encasillado. Nosotros seguimos pensando que el arte debe ser de élite y me parece que el arte tiene que ser un bien de la humanidad. Cuando empezamos a darles la posibilidad a los demás de que accedan, la vida de las personas se puede transformar a través del arte, sea la pintura, la música, el teatro, etc. Sobre todo se puede transformar cuando uno es niño, cuando uno es pequeño la forma de ver el mundo es diferente porque además de la ingenuidad es muy creativo y el pensamiento de un niño es totalmente diferente al de un grande porque se cree lo que ve, lo que piensa, lo que hace. Nosotros somos más prejuiciosos a la hora de pensar y más cerebrales. A mí siempre me dicen que pinto como los niños y yo les digo que no, que es muy difícil pintar como un niño, porque ellos lo hacen desde la ingenuidad y además se lo creen y yo muchas veces recreo una ficción, persigo una estética, cuando hago un ojo más grande o una persona sin orejas o con un brazo más largo. Busco esa imaginación, ese dejo de desfachatez que tiene el dibujo tan carnal del niño, cuando toma la decisión de decir bueno voy a hacer la cara de un dinosaurio y no se entiende si es la cara de un dinosaurio pero él la ve real, el dinosaurio es como él lo ve.

Nota publicada en la edición impresa de The Southern Cross, diciembre 2015. Texto por Julián Doyle.