Por Javier Palermo

Cuando alguien ingresa a la Parroquia San Lorenzo Mártir de Navarro, puede observar en ambos costados del atrio, las sepulturas de dos sacerdotes: la del Padre Francisco Galbán a la derecha y la del Padre Felipe Raffo Benegas a la izquierda, una de ellas escrita en latín y la otra en castellano.

Ello no debiera sorprender puesto que se trata de dos importantes párrocos que cumplieron esa función en el templo durante distintos períodos de su historia, y no llama tampoco la atención la escritura en latín de una de las lápidas, en tanto y en cuanto esa es la lengua oficial de la iglesia católica.

Sin embargo, ya en el interior de la Parroquia, al transitar por su nave lateral derecha, una tercera sepultura de mármol parece emerger tímidamente del extenso piso de mosaicos, con una leyenda algo desgastada por el paso del tiempo y la erosión.

En ella hay algo que sí llama la atención: la lápida no está escrita en latín ni en castellano … sino en inglés.

Traducida, dice: “Felices los que mueren en el Señor. En la sagrada memoria del Rev. James J. Curran que dejó esta vida el día 22 de febrero de 1881 Durante muchos años fue el capellán irlandés de este distrito Sus afligidos feligreses levantamos este monumento y altar como prueba de nuestra gran estima y amor Que en paz descanse”.

Más de una persona debe haber sido sorprendida por esa antigua sepultura y quizás se hayan preguntado también por qué razón un sacerdote de un país tan lejano descansa en la iglesia de un pueblo como Navarro.

Pero la expresión de sorpresa que ese hallazgo pudiera provocar, se transformaría rápidamente en un semblante de aprecio y de respeto, con sólo conocer un poco de la trayectoria de este sacerdote irlandés “sinceramente valorado y respetado por todos” (1), que llegó a Navarro durante el siglo XIX y se quedó en este lugar para siempre.

El Reverendo James Curran nació en 1835 en Navan, Condado de Meath, Irlanda, en el seno de un hogar de “padres muy respetables”(2): Juan Curran y Juana Ball (3), de quienes fue su único hijo. Su bautismo fue el 23 de abril de 1837.(4)

Estudió en el Mr. Clarke´s School de Navan y posteriormente ingresó al seminario en el Missionary College of All Hallows, de Dublin. (5)

Entretanto, durante la década de 1840, las cosechas de papas —principal alimento de los campesinos irlandeses— fueron afectadas durante varios períodos por la roya, provocando una escasez que tuvo un efecto devastador para la población, conocido con el nombre de Gran Hambruna (6). Esto produjo un éxodo masivo (7).

La mayor parte de esa emigración irlandesa se dirigió a Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelandia, pero no obstante, entre mediados de 1840 y 1860, una gran cantidad de irlandeses llegó también a la Argentina, convirtiéndose en el país no angloparlante que más inmigrantes de esa Nación recibió y en el quinto país de emigración. (8)

Los inmigrantes irlandeses se instalaron especialmente en zonas rurales de la provincia de Buenos Aires, como Mercedes, San Miguel del Monte, San Antonio de Areco, Carmen de Areco, Arrecifes, Exaltación de la Cruz, Rojas, Sarmiento, Suipacha, Chivilcoy y Luján, pero también llegaron a Lobos y Navarro. Precisamente, en 1875 y 1878, los hermanos irlandeses Edward y Michael Mulhall —fundadores del periódico de lengua inglesa The Standard, editado en Buenos Aires—, señalaban que Lobos llegó a contar con un “número considerable de prósperos agricultores irlandeses” (9) y que en Navarro había “agricultores irlandeses (…) numerosos y muy adinerados”, algunos de ellos con “estancias de primera clase” como las de Norris, Gahan, Casey, Maguire, Kenny y Maxwell (10).

Lo antedicho resulta verosímil al consultar el Catálogo General de Mensuras de la Provincia de Buenos Aires, en el cual se advierte que entre 1855 y 1898, varios propietarios, enfiteutas o denunciantes con apellidos irlandeses hicieron mensurar sus tierras en el Partido de Navarro, como Tomás y Juan Gahan, Tomás Norris, Juan Maguire, Marta Gahan de Kenny, Juan Fomas y Gahan, Patricio Maguire, Tomás Norris, Juan y Patricio Casey, Miguel Fitzimons, Alejandro Milne, Miguel Duggan, Sofía S. Maguire, Lucas Roony (presumiblemente Rooney), Ma Mac Gain de Keegan, Diego Carthy, Ana Harrison de Lynch, Catalina G. Fitzimons, Guillermo Casey, Nicolás Cormack, Enriqueta Geoghegan y Malcom Gilmore. (11)

La mayoría de los inmigrantes irlandeses llegados a la Argentina se dedicaron a la principal actividad de ese período: la cría de ovejas (12). Al respecto, los hermanos Mulhall consignaban que en aquellos tiempos había en Navarro un stock de 1.000.000 de ovejas (13).

El Padre Pasionista Ambrosio Geoghegan, nieto de inmigrantes irlandeses, que cumplió importantes tareas para esa comunidad (14) y que también durante muchos años ofició Misa en Las Marianas, durante las Fiestas de Santa Teresita del Niño Jesús, relataba que “la mayor parte de los irlandeses (…) después de arribar” se dirigían “al campo, donde se instalaban y trabajaban a un tanto por ciento. Con el tiempo llegaban a poder comprar una parte del campo, y como les iba bien, mandaban cartas a familiares y amigos recomendándoles que vinieran a instalarse aquí, a la Argentina. Las muchachas jóvenes que llegaban se quedaban en la ciudad y se dedicaban a las tareas que encontraban; muchas se empleaban como institutrices y, como hablaban inglés, las familias argentinas aprovechaban esta posibilidad para que sus hijos aprendiesen el idioma. Los muchachos, en cambio, iban al campo y cuando alcanzaban una posición más o menos aceptable, venían a la ciudad a buscar a su compañera, ya que en el campo estaban solos y aislados. Además los irlandeses no se integraban fácilmente con los italianos y los españoles por causa de su idioma, que creaba serios problemas de comunicación”. Una vez que se concretaban los casamientos: “En una semana o diez días se arreglaban los trámites y la luna de miel era ir a vivir a la casita del campo a enfrentar la vida dura de trabajo. Esos matrimonios funcionaban bien” – concluía el Padre Ambrosio- “porque se asían a la cruz para seguir. Tenían noción del sacrificio y del trabajo”. (15)

Precisamente, uno de los pilares de la vida colectiva de la comunidad irlandesa arribada a la Argentina era la religión católica, pero ellos necesitaban un tipo de atención sacerdotal de estilo más pastoral, de contacto permanente, de relaciones más amistosas y frecuentes (16): “Desde la llegada del irlandés al puerto hasta su internación en la campaña, desde su casamiento hasta su muerte, desde la educación de sus hijos a la salud de toda la familia, nada escapaba a la tutela de la comunidad que se hallaba siempre presente en alguna de sus diversas formas, pero sobre todo en la persona de los capellanes”. (17)

De ahí que la colectividad irlandesa en la Argentina se dirigiera en distintas oportunidades al arzobispo de Dublín, para pedirle el envío de sacerdotes.

Así, en 1843 llegó al país el Padre Anthony Dominic Fahy, sacerdote dominico irlandés, quien actuó como capellán de sus compatriotas hasta el momento de su muerte en 1871, convirtiéndose en una personalidad de central importancia para esa comunidad.

No obstante, su presencia no fue suficiente para atender una demanda espiritual tan creciente: “Con la afluencia de inmigrantes irlandeses después de la Hambruna, y el establecimiento del Convento Irlandés con sus instituciones dependientes, las tareas del Padre Fahy aumentaron tanto dentro de la ciudad que hubiese sido necesario dejar de atender, en su totalidad o en una parte muy considerable, la extensión en constante crecimiento de los distritos rurales en los que se habían distribuido los irlandeses, si no llegaba la cantidad necesaria de sacerdotes irlandeses para seguir a esta corriente de colonizadores en constante expansión y desplazamiento”. (18)

“Penetrado después de algunos años de residencia” — señalaba el Diario La Verdad— “de la necesidad que ya sentía de otros auxiliares que compartieron con él sus tareas, en virtud del crecimiento de la inmigración de sus compatriotas”, el Padre Fahy “se dirigió al Arzobispo de Dublín, rogándole el celo de algunos jóvenes sacerdotes irlandeses para que se trasladaran esta ciudad con este fin”. (19)

Por ello, doce sacerdotes formados en el Missionary College of All Hallows, llegaron al país para colaborar con el Padre Fahy, (20) entre ellos … James Curran.

El Padre Curran partió hacia la Argentina en marzo de 1860 (21), luego de haber recibido su consagración sacerdotal en All Hallows el 8 de enero de ese año. (22)

Según consignaba el periódico The Standard, el joven Padre Curran era “un hombre muy valioso (…) un buen teólogo y un académico sólido (…) se hizo acreedor a todos los honores en la universidad y fue un buen estudiante de Griego”. Por esta razón bien pudo haber permanecido en Irlanda, donde sus condiciones le podrían haber abierto “una alta posición y ascensos en su lugar de origen”. (23)

Como prueba de ello, conviene destacar que un compañero suyo de clase, tan valioso como él, con el tiempo llegó a ser el Rector de All Hallows. (24)

Sin embargo James Curran “prefirió una vida de trabajo duro y oscuridad en Sudamérica”. (25)

Y desde su llegada al país trabajó sin cesar hasta el día de su muerte: “No tuvo nunca un día ocioso”. Fue “… un sacerdote muy trabajador”. Al principio, el Padre Curran permaneció en la Ciudad de Buenos Aires (27), donde probablemente se alojó en la residencia del Padre Fahy. Ello es así puesto que Fahy “siempre albergó en su casa, por un tiempo, a los misioneros recién llegados, a quienes mantenía bajo su cuidadosa dirección y asesoramiento antes de mandarlos al distrito donde su asistencia era más necesaria”. (28)

Pero al poco tiempo de su arribo ya tuvo una importante misión que cumplir.

Al respecto, si bien algunas referencias históricas mencionan al Padre Curran como “Santiago” (29), el conjunto de los antecedentes permiten deducir que en realidad se trataba de James. Es probable que en algún momento lo hayan llamado Santiago, puesto que en inglés, St. James the Apostle es el modo de denominar a Santiago Apóstol.

Por lo tanto aun cuando la crónica lo haya aludido con el nombre de Santiago, cabe afirmar que fue el Padre James Curran quien en 1861 intervino en la adquisición de un terreno en las Islas Malvinas, destinado a la construcción de una iglesia católica.

Es que un tiempo antes, el 17 de marzo de 1857, en las Islas se había conformado una comisión, presidida por el Presbítero irlandés Lawrence Kirwan, quien había sido enviado al archipiélago por el Padre Fahy para atender a sus compatriotas católicos radicados allá (30). La referida comisión promovió una colecta de dinero para constituir un “fondo católico”, destinado a la adquisición de “un terreno donde pudiera erigirse una iglesia o capilla pública”.

Ante tal iniciativa, el 27 de junio de ese mismo año la Reina Victoria concedió la venta por 50 libras esterlinas, de un lote “o porción de tierra situado en la ciudad de Stanley”, el cual —para posibilitar su transferencia— fue puesto por la Corona a nombre del gerente de la Falkland Island Company (Compañía de las Islas Malvinas), Tomás Havers, que además de ser un ferviente católico, participaba activamente en el proyecto de la construcción de la iglesia (31).

Para completar la operación, restaba entonces realizar la transferencia del dominio del inmueble en favor de “los católicos malvinenses”. No obstante, “las leyes de la colonia al respecto (…) prescribían que una transferencia sólo podía verificarse en quien fuese súbdito británico”. (32)

En aquella época, si bien las Islas Malvinas ya se encontraban bajo ocupación británica, pertenecían sin embargo a la jurisdicción diocesana de la Ciudad de Buenos Aires (33), por lo cual el señor Havers se dirigió “al Obispo Escalada, el 13 de febrero de 1861, haciéndole presente que (la transferencia) se llevaría a cabo en la persona que el prelado indicase para tal efecto”.

Por esta causa, el 2 de marzo de 1861 Monseñor Escalada designó para tal cometido al Padre Fahy y, “en caso de que éste no pudiera hacerlo, al P. Santiago Curran ‘personas’” –decía el Obispo— “que conozco y que por su carácter, probidad y celo por los intereses católicos, me inspiran la mayor confianza”. (34)

En este punto es útil recordar que ambos sacerdotes irlandeses revestían la condición de ciudadanos británicos puesto que en aquella época Irlanda formaba parte del Reino Unido.

Consecuentemente, el 18 de marzo de 1861 en Montevideo, se realizó la transferencia del inmueble destinado a la construcción de la capilla católica en las Islas Malvinas, por documento firmado por Tomás Havers y su esposa María Clara por una parte y los Padres Curran y Fahy, por la otra; ello es así aunque no sea factible aseverar que fue en ese terreno donde finalmente se levantó el templo. Más aún, durante las posteriores estadías de los padres irlandeses Dillon y Walsh en las Islas, en 1865 y 1873, respectivamente, la parroquia no estaba todavía construida, hecho que recién se habría producido alrededor de 1880. (35)

De todos modos, la transferencia del lote constituyó tal vez la primera de las tareas que realizó James Curran en su peregrinación por Argentina y su designación para cumplir con esa misión, ya indicaba sus condiciones.

El año siguiente, el Padre Fahy —quien había fundado en Buenos Aires un colegio irlandés para niñas— decidió crear en frente a ese establecimiento, un colegio para varones. Para ello adquirió un inmueble que estaba emplazado en algún sector de la manzana hoy delimitada por las calles Callao, Viamonte, Riobamba y Tucumán y le encomendó la dirección de la nueva institución educativa a James Curran y al Padre Lawrence Kirwan, (36) quien ya había regresado de las Islas Malvinas.

Acaso la misión de dirigir un colegio, teniendo sólo 27 años de edad, haya resultado una responsabilidad demasiado grande para el Padre Curran: la falta de experiencia pedagógica de él, como del Padre Kirwan “y sus limitados conocimientos del castellano”, los hicieron fracasar en el intento. La escuela duró sólo dos años. (37)

El colegio fue cerrado en 1864 y el Padre Fahy vendió la propiedad a los jesuitas que luego establecieron el Colegio del Salvador. (38)

En cambio, la vida del Padre Curran se caracterizó por su trabajo en el campo.

En esa tarea, sirvió primeramente a la capellanía irlandesa de San Antonio de Areco, Baradero, San Andrés de Giles y Capilla del Señor. (39)

Y ya en 1865 estuvo en Navarro, quizás por primera vez.

Sucedió que en aquella década, muchos estancieros de origen irlandés, establecieron clubes a través de los cuales realizaban competencias hípicas “que remedaban las que tenían lugar en su tierra de origen”.(40) Ello era así debido al “auge de la economía lanar”, lo que permitía “destinar recursos a satisfacer su gusto por los caballos importados”. (41)

En los distritos de la campaña, las jornadas de carreras constituían eventos que nucleaban a la comunidad irlandesa, “de manera que cumplían una función no sólo deportiva sino también social”. (42)

En tal contexto, en 1865 un grupo de propietarios de caballos de carrera, integrado por los señores Norris, Kenny, Fox, Mc Clusky, Martin, Austin y Manny, organizó la primera carrera irlandesa de Navarro, (43) lo cual sugestivamente, resulta contemporáneo con la constitución del club hípico Navarro Amateur Racing Society (44), que organizaría competencias “dos veces por año”. (45)

El Padre Curran asistió a ese singular acontecimiento.

Fue una verdadera fiesta: “Había carpas en el campamento, una banda de música, baile y todo tipo de jugadores”. La carrera duró dos días pero la reunión se extendió por casi una semana. Según la crónica, fue “el mayor evento irlandés en Navarro hasta ese momento”. (46)

Y James Curran cumplió un rol fundamental.

Con las cualidades de: “Guía, consejero y padre de sus feligreses” que lo distinguían,(47) el sacerdote se dirigió a la gente y, con estilo proverbial, le advirtió “sobre la necesidad de hacer honor a su nombre y a su raza, evitando la bebida y la excitación y manteniendo la paz y el orden”. (48)

Seguramente sus consejos influyeron favorablemente en la concurrencia, ya que todo permaneció “en orden” y: “Las carreras se mantuvieron durante muchos años en este distrito”. (49)

Varios años después, en marzo de 1874, James Curran fue designado como capellán irlandés de Lobos, jurisdicción que comprendía también a Navarro, Monte y Saladillo. (50)

Le tocó reemplazar en esa tarea al Padre Kirwan, con quien había compartido en Buenos Aires, la frustrada experiencia de la implementación del colegio irlandés para varones. La delicada salud del capellán saliente no le había permitido “cumplir satisfactoriamente con todas las tareas que le exigía una capellanía tan grande”. (51)

La renuncia del Padre Kirwan a Lobos, terminaría siendo premonitoria de los motivos que tres años más tarde llevaron al Padre Curran a retirarse también de ese lugar.

La atención de una jurisdicción tan extensa, salpicada “de granjas irlandesas” (52) demandaba un gran esfuerzo para los capellanes.

La “parroquia” que se les asignaba “por lo general no tenían límites bien definidos sino que solían medirse, de adentro hacia afuera, desde la frontera de la capellanía más cercana hasta el lugar donde se atrevían a llegar los criadores de ovejas irlandeses”. Como regla general, el capellán residía en el pueblo más cercano al centro de su “parroquia” y “al poco tiempo sus feligreses le suministraban una casa, caballos, montura y todos los elementos necesarios para su cargo, o los fondos necesarios para que se los comprase”. (53)

Cuando ocurría algo de importancia, “o una situación ventajosa o una desgracia”, en la vida de los católicos irlandeses, inmediatamente visitaban al “sacerdote para contarle todo”. The Standard, al recordar al Padre Curran después de su muerte, señalaba que un católico irlandés: “Cuando no siente paz en su corazón o en su hogar, va a ver al sacerdote, confiando que él la restablecerá. Cuando se siente agobiado por un fallecimiento o por cualquier otra aflicción, el primero en consolarlo es el sacerdote (…) la historia de los penares y miserias de la familia cristiana da testimonio de la acción desinteresada del sacerdote. Cuando le ocurre una desgracia a sus feligreses, siempre está presente. Ni la guerra ni la hambruna, ni el peligro ni la enfermedad —por más contagiosa que sea— podrán aterrorizarlo: en todos lados está listo para dar testimonio de su oficio.” (54)

Con esa sola descripción, no es difícil imaginar el intenso trajinar del Padre Curran por los campos de Lobos, Navarro, Monte y Saladillo, para asistir espiritualmente a la gran cantidad de fieles de origen irlandés que se hallaban distribuidos por esa zona.

Pero pese a todas esas dificultades, James Curran atendió celosamente los intereses religiosos de los agricultores irlandeses de su capellanía. (55)

Para ello contó con “una hermosa residencia” que le entregaron sus feligreses. (56)

Sin embargo las tareas de esa “amplia parroquia” fueron “excesivas para su constitución física”. (57)

Es que: “Largos viajes a caballo y en carreta de noche y de día, prolongados ayunos y horas agotadoras en el confesionario, repercuten, en algún momento, aún en personas con una fuerte constitución física”. (58)

En consecuencia, la salud del Padre Curran se hizo frágil.

Por eso, en 1877, a los 42 años, se vio obligado a renunciar a la Capellanía de Lobos y quiso retirarse a su Irlanda natal. (59)

Por algún motivo, la intención del sacerdote de regresar a su país, no se pudo concretar.

Pero sí surgió otra posibilidad: ocuparse solamente de Navarro. (60)

James Curran aceptó.

Probablemente tal decisión no haya sido casual y la circunstancia de haber conocido Navarro ya desde aquellas carreras de 1865, lo hayan convertido para él en un sitio familiar. Por otro lado, la tarea iba a resultar por cierto más aliviadora: ya no tendría que recorrer las largas distancias de Lobos, Monte y Saladillo, para poder atender las necesidades espirituales de sus compatriotas.

Así, los avatares de la vida misionera del Padre Curran, lo condujeron al lugar donde iba a vivir sus últimos años.

Navarro era un asentamiento irlandés importante, incluso un poco más antiguo que Mercedes pero, como primero dependía de Lobos y después de aquella localidad, que era una colonia con mayor densidad poblacional y una ubicación más ventajosa, “no se destacó como un centro autosuficiente como algunos de los nombrados precedentemente”. (61)

A diferencia de su paso por Lobos, en Navarro el Padre Curran habitó una casa humilde. (62)

Siguió delicado: estuvo “enfermo durante algún tiempo”. (63)

Por esta razón resulta particularmente conmovedor descubrir que un 9 de enero de 1881, solamente un mes y algunos días antes de morir, James Curran haya estado presente en la Misa en la que, ante una multitud, Thomas Kenny, otro hombre de apellido irlandés, fue instituido como Juez de Paz de Navarro.

Señala la crónica que aquella jornada “a las nueve de la mañana (…) alrededor de veinte de los principales hombres del pueblo eligieron al nuevo Juez de Paz (…) en la casa del Sr. Hearne” (64). Cabe subrayar que en esa época el cargo de Juez de Paz llevaba adicionado el de Presidente de la Municipalidad. (65)

Luego, desde el Juzgado, Kenny partió “acompañado por el Juez saliente, el Sr. Etchegaray, hasta la iglesia, donde asistieron al Santo Sacrificio de la Misa. El Sr. Kenny y el Sr. Etchegaray ocuparon asientos especiales cerca del altar”. (66)

Entretanto, una bandera irlandesa flameaba en la “cima de un árbol que da a la iglesia”

“Un gran número de (…) extranjeros asistieron a la misa”. (68)

Todo ese clima de fervor irlandés no sería completo sin su capellán y tal vez fue ello lo que movió a James Curran a participar de aquella ceremonia, pese a su débil estado de salud.

Al momento del Evangelio, el Juez de Paz saliente, entregó su personal de trabajo al Sr. Kenny, quien “con su mano en el Evangelio tomó los juramentos habituales” y el sacerdote “proclamó desde los escalones del altar que Thomas Kenny era juez de paz para el próximo año”. (69)

No es posible afirmar que haya sido justamente el Padre Curran quien ofició la Misa, pero una vez que ella concluyó, fue ante su presencia que Thomas Kenny —parado frente al altar— “prestó el juramento habitual y recibió la insignia de su nueva dignidad del Sr. Etchegaray”. (70)

Puede que esa haya sido una de las últimas intervenciones públicas del capellán irlandés.

Finalmente, el martes 22 de febrero de 1881 por la noche, varios telegramas llegaron en Buenos Aires, a la redacción del periódico The Standard: en Navarro, el Padre James Curran había muerto. (71)

Tenía sólo 46 años.

El sacerdote fue atendido en sus últimas horas por los Padres Davis —capellán irlandés de Lobos— y Hubald Moveni. (72)

Después de ello: “Una gran multitud de afligidos feligreses, que lamentaban su muerte tan temprana, estuvo presente en su funeral” (73) y: “Una gran comitiva acompañó a su cuerpo hasta la tumba”. (74)

Sus restos fueron depositados en el cementerio, en la bóveda de la familia Norris. (75)

El día 22 del mes siguiente, los restos del Padre Curran fueron retirados “temprano en la mañana” de la bóveda en la que se encontraban y sepultados en la capilla de Navarro, donde descansan actualmente: “Los irlandeses se reunieron en el pueblo desde todos los partidos vecinos y había muchos vecinos de esta ciudad”. (76)

A las 11.00 de la mañana se celebró en su memoria la Santa Misa cantada, que fue presidida por el Padre Samuel O´Reilly, capellán irlandés de Luján, Pilar, Moreno y Merlo y a la que asistieron también “el Decano Dillon”, capellán irlandés de la Ciudad de Buenos Aires, los Padres Thomas Mulleady, capellán irlandés de San Antonio de Areco, San Andrés de Giles y Baradero y Edmund Flannery, capellán irlandés de San Pedro, Arrecifes, Pergamino y San Nicolás, como así también Monseñor John Joseph Curley, que fue quien sucedió al fallecido sacerdote como capellán irlandés en Navarro. (77)

La capilla “estaba llena hasta su máxima capacidad. Muy rara vez” —señalaba la prensa— “se habían reunido tantos irlandeses en la campaña como en esta ocasión triste y solemne”. (78)

Un año después, los compatriotas del Padre Curran construyeron un “costoso” y “espléndido” altar en su memoria “en la iglesia parroquial” (79).

Pasó más de un siglo desde aquél homenaje, pero un imponente altar de madera, de color azul celeste — símbolo de eternidad— con molduras doradas, se yergue aún en la Parroquia de Navarro frente a la sepultura del sacerdote, simétricamente dispuesto junto a ella, como si fuera una fortaleza celestial que lo resguarda a través de los tiempos y desde cuyo centro la imagen de la Inmaculada Concepción de María, ubicada en dirección perpendicular a la lápida, pareciera evocar con sus manos, una oración eterna por el descanso de su alma.

“Amigo de nuestra niñez y también de nuestra madurez”, “amigo muy apreciado”; (80) el Padre James Curran fue evidentemente una figura entrañable para los feligreses de origen irlandés que vivieron en la Argentina, quienes “habían aprendido a apreciar su valor y lo amaban”. (81)

La numerosa concurrencia que lo despidió en Navarro en el momento de su sepelio, la que asistió posteriormente a su sepultura definitiva en la capilla del pueblo y las sentidas palabras de despedida grabadas en su lápida, surgen como expresiones sinceras de aquel sentimiento.

Y ciertamente la circunstancia de su fallecimiento prematuro fue un factor que profundizó la tristeza de aquella gente.

El recuerdo del Padre Curran fue languideciendo en la medida que sus compatriotas irlandeses de la Argentina fueron dejando también “esta vida”, como expresa su propia sepultura.

Sin embargo, cuando el silencio y la penumbra se ciñen sobre una Parroquia de pueblo, muy lejana del Condado de Meath, una vieja lápida escrita en inglés, que emerge tímidamente del extenso piso de mosaicos, parece recobrar a veces, un brillo muy especial. Father Curran … may he rest in peace.

 

Datos de la Investigación

The Standard, jueves 24 de febrero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Obituario publicado en The Standard del jueves 3 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Ussher, Santiago M. Los capellanes irlandeses, en la colectividad hiberno-argentina durante el siglo XIX, 1954, página 106.

Ussher, Santiago M. obra citada.

Ninth Report, All Halows College, Drumcondra Dublin, 1858, página 84.

Korol y Sábato, 1981, Cómo fue la inmigración irlandesa a la Argentina, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra y Murray, Edmundo, 2004, Devenir Irlandés. Narrativas íntimas de la emigración irlandesa a la Argentina (1844 – 1912), Buenos Aires, Eudeba; citados por Palermo, Elisa, en: “Usos del pasado, memoria e identidad entre un grupo de descendientes de inmigrantes irlandeses de Buenos Aires. Una lectura a partir de dos héroes culturales”, 2007, página 89 y en: “Acá se mantiene vivo el espíritu irlandés. Memoria, usos del pasado e identidad entre descendientes de irlandeses en Buenos Aires”, 2012,

Páginas 10 y 11.

Korol y Sábato, 1982, página 38, citados por Palermo, Elisa, en: “Acá se mantiene vivo el espíritu irlandés. Memoria, usos del pasado e identidad entre descendientes de irlandeses en

Buenos Aires”, 2012, Página 11.

Palermo, Elisa, “Acá se mantiene vivo el espíritu irlandés. Memoria, usos del pasado e identidad entre descendientes de irlandeses en Buenos Aires”, 2012, Páginas 11 y 12.

Mulhall, Michael G. “The English in South America”, Buenos

Aires, 1878, página 431, https://ia802701.us.archive.org/4/items/englishinsoutham00mulhr ich/englishinsoutham00mulhrich.pdf.

Mulhall, M. G. y E. T. “Handbook River Plate Republics”. Comprising. 1875. Páginas 128/129.

Catálogo General de Mensuras de la Provincia de Buenos Aires existentes en el archivo de la repartición desde 1824 al 30 de junio de 1944, páginas 230/33.

Korol y Sábato, 1981, Cómo fue la inmigración irlandesa a la Argentina, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra y Murray, Edmundo, 2004, Devenir Irlandés. Narrativas íntimas de la emigración irlandesa a la Argentina (1844 – 1912), Eudeba, citados por Palermo, Elisa en: “Usos del pasado, memoria e identidad entre un grupo de descendientes de inmigrantes irlandeses de Buenos Aires. Una lectura a partir de dos héroes culturales”, 2007, página 899.

Mulhall, M. G. y E. T. Obra citada, Páginas 128/129.

The Southern Cross, año 142, Nº 6055, julio-agosto 2018, página 8.

Fittipaldi, Silvia. Santa Cruz y la Historia de un Barrio, Buenos Aires, Ed. Pasionistas, 1990, páginas 27 y 28, citada por Capano, Daniel, en: “La Educación de origen irlandés y las escuelas irlandesas del Barrio de San Cristóbal”, página 162.

Korol y Sábato 1981: 21, citados por Palermo, Elisa, en: “Acá se mantiene vivo el espíritu irlandés. Memoria, usos del pasado e identidad entre descendientes de irlandeses en Buenos Aires”, 2012, Página 79.

Korol, Juan Carlos; Sábato, Hilda: “Cómo fue la inmigración irlandesa en Argentina”, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1981, pág. 133, citados por Armus, Diego en Desarrollo Económico, vol. XXII, Nº 87, octubre-diciembre de 1982, pp. 437-440 https://introduccionalahistoriajvg.wordpress.com/2014/12/10/%E2 %9C%8D-como-fue-la-inmigracion-irlandesa-en-argentina-1981.

Murray, Thomas; The Story of the Irish in Argentina, New York P. J. Kenedy & Sons, 1919, páginas 268/269.

Universidad del Salvador Facultad de Historia, Geografía y Turismo. Doctorado en Historia. Tesis Doctoral: “La epidemia de fiebre amarilla de 1871 en la Ciudad de Buenos Aires: aportes desde la prensa periódica”. Rabich, Sandra, página 91.

Palermo, Elisa, “Usos del pasado, memoria e identidad entre un grupo de descendientes de inmigrantes irlandeses de Buenos Aires. Una lectura a partir de dos héroes culturales” 2007, página 94 y Murray, Thomas; obra citada, página 268.

Irish Migration Studies in Latin America, Volume 3 – number 1, January – February 2005. Editor: Edmundo Murray. Associate Editor: Claire Healy. www.irlandeses.org, página 11 y Annals of All Hallows College for the year 1862, página 19.

Ussher, Santiago M. Obra citada, página 106.

The Standard, jueves 24 de febrero de 1881 y obituario publicado el jueves 3 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Obituario citado.

Obituario citado.

Obituario citado.

Irish Migration Studies in Latin America, Volume 3 – number 1, página 11.

Murray, Thomas; obra citada, página 268.

Para ejemplificar Ferreto, Mabel Susana y Rodríguez, Diego

Eduardo, “Santa Lucía desde sus orígenes a 1930, Editorial

Dunken, Buenos Aires 2014, entre otras.

Murray, Thomas; obra citada, página 275.

Pbro. Francisco Avellá Chaffer, “Los Capellanes Seculares de las Islas Malvinas”, en Archivum, Revista de la Junta de

Historia Eclesiástica Argentina, Tomo III — Cuad. 1, enero – junio 1945, Editorial Huarpes, páginas 84/86.

Pbro. Francisco Avellá Chaffer, obra citada, página 86.

Pbro. Francisco Avellá Chaffer, obra citada, página 83.

Pbro. Francisco Avellá Chaffer, obra citada, página 86.

Pbro. Francisco Avellá Chaffer, obra citada, página 87 y Nicoletti, María Andrea, Monseñor Fagnano en la Argentina Austral, página 24.

Roger, María José, Los Hijos de la Diáspora. Escuelas y Educadores Irlandeses en Argentina, 1850-1950, página 8; Murray, Edmundo, Irish Migration Studies in Latin America, página 24 y Obituario citado.

Roger, María José, obra citada, página 8 y Murray, Edmundo, Irish Migration Studies in Latin America, página 24.

Roger, María José, obra citada, página 8 y Contreras, Leonel,

“Historia Cronológica de la Ciudad de Buenos Aires 1536-2014”,

Editorial Dunken, Buenos Aires 2014, página 197. https://books.google.com.ar/books?id=_DaSBAAAQBAJ&pg=PA197&lpg= PA197&dq=%22riobamba+y+tucuman%22+fahy+varones&source=bl&ots=7u VliTeW5_&sig=ACfU3U1IpWA0JF-lZQbs7eZEZeHeh0wGgA&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwi278DsnsnsAhXBGrkGHVl DBhMQ6AEwDnoECAcQAg#v=onepage&q=%22riobamba%20y%20tucuman%22%20 fahy%20varones&f=false

The Standard, jueves 24 de febrero de 1881 y 3 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Roy Hora, Historia del turf argentino, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 2014, págs. 37-64.

Roy Hora, obra citada.

Roy Hora, obra citada.

Murray, Thomas; obra citada, páginas 249/250.

Roy Hora, obra citada.

Mulhall, Michael G. “The English in South America”, Buenos Aires, 1878, página 431.

Murray, Thomas; obra citada, páginas 249/250.

Obituario citado.

Murray, Thomas; obra citada, página 249.

Murray, Thomas; obra citada, página 249.

Murray, Thomas; obra citada, páginas 392/393. En igual sentido The Standard del 24 de febrero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Murray, Thomas; obra citada, página 213.

Mulhall, Michael G. “The English in South America”, Buenos Aires, 1878, página 431.

Murray, Thomas; obra citada, páginas 268/269.

Obituario citado.

Mulhall, Michael G. “The English in South America”, Buenos Aires, 1878, página 431.

Mulhall, Michael G. “The English in South America”, Buenos Aires, 1878, página 431.

The Standard, jueves 24 de febrero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Obituario citado.

Murray, Thomas; obra citada, página 213. En similar sentido Obituario publicado en The Standard del jueves 3 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Obituario citado.

Murray, Thomas; obra citada, página 249.

Obituario citado.

The Standard, miércoles 23 de febrero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

The Standard, domingo 16 de enero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

https://navarro.gob.ar/historia/ y asimismo, artículo 3º del Reglamento de las Municipalidades de Campaña del 2 de febrero de 1856 (Leyes y Decretos Promulgados en la Provincia de Buenos Aires Desde 1810 a 1876 Tomo V y VI, página 225). La Ley de Municipalidades del 11 de octubre de 1854 preveía que los Partidos de Campaña estarían a cargo de un Juez de Paz y cuatro propietarios vecinos del distrito y que a principio de cada año se haría la renovación del Juez de Paz y de dos miembros y un suplente de la Municipalidad (Leyes y Decretos Promulgados en la Provincia de Buenos Aires Desde 1810 a 1876 Tomo V y VI, páginas 144/145).

The Standard, domingo 16 de enero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

The Southern Cross, 1-2-1884 citado en https://www.genealogiairlandesa.com/genealogia/K/Kenny/thomas.h tm#Nota3

The Southern Cross, 1-2-1884.

The Southern Cross, 1-2-1884.

The Standard, domingo 16 de enero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

The Standard, miércoles 23 de febrero de 1881 y jueves 24 de febrero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Obituario citado.

The Standard, jueves 24 de febrero de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Obituario citado.

The Standard, jueves 24 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

The Standard, viernes 11 de marzo de 1881 y jueves 24 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

The Standard, jueves 24 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés; Murray, Thomas, obra citada, páginas 278 y 392/393 e Irish Migration Studies in Latin America, página 11. “La Missa cantata se refiere a aquella forma de misa que celebra no el obispo, con la pompa oficial correspondiente, sino un simple sacerdote, en las iglesias urbanas secundarias o en las rurales ante un público más bien reducido y con la ayuda de algún clérigo (…) La Missa cantata (…) fue el servicio litúrgico dominical ordinario en las modestas iglesias rurales”. Righetti, Mario; Historia de la liturgia. Tomo II. Página 64.

The Standard, jueves 24 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Murray, Thomas, obra citada, páginas 250 y 277.

Obituario publicado en The Standard, jueves 3 de marzo de 1881. Colección The Standard. Universidad de San Andrés.

Obituario citado.

Un especial agradecimiento al Padre Pablo Badano, Párroco de Navarro, por su colaboración.