Dialogamos con Santiago Rattagan, Presidente de la Asociación Católica Irlandesa, para reflexionar sobre la conmoción que representó la irrupción de una pandemia mundial en el ámbito educativo, los avances tecnológicos que hicieron posible la enseñanza de forma virtual, y la posibilidad de ir pensando una pospandemia en un contexto nacional e internacional aún crítico.

¿Es posible discutir un hecho traumático y global como la pandemia en la escuela, cómo abordarla?

Esta pandemia, si bien es un hecho traumático, trajo una transformación no buscada que ayudó a los colegios a romper paradigmas educativos que tal vez hace rato deberíamos haber derribado. También re posicionó a la escuela en la sociedad, le otorgó más importancia a la educación. La escuela como lugar de cuidado de los niños y la importancia de ver los procesos de aprendizaje también desde el punto de vista emocional. Los padres y la sociedad en general vieron lo doloroso que es no tener la escuela. Los padres hoy son más conscientes de la importancia de que sus hijos asistan a la escuela. Entendemos mejor el ambiente de la escuela hoy después de la pandemia.

La pandemia también abrió una etapa nueva de la educación, una etapa no prevista que nos abre muchas puertas para la innovación educativa.

¿Qué novedades trajo la pandemia a la reflexión sobre la práctica educativa, creen que va a modificar la experiencia escolar?

La experiencia escolar se verá modificada en varios aspectos. Aprendimos a humanizar el distanciamiento, a reconstruir el espacio humano de la escuela. Valoramos la importancia de escuchar a nuestros alumnos y a sus padres. Se abrió un espacio adicional para humanizar los procesos de enseñanza y aprendizaje y para profundizar los espacios de tutorías individuales y grupales.

Nos dimos cuenta de la importancia de la enseñanza para la heterogeneidad de los alumnos. Aprendimos a prestar atención a los ritmos y estilos de cada uno. Nos enfocamos en priorizar los contenidos ¿qué es lo más importante que debemos enseñar y nuestros alumnos deben aprender? Entendimos la importancia de darle sentido a lo que enseñamos, integrando los contenidos.

También se rompieron paradigmas antiguos de enseñar. Ahora valoramos el aprendizaje desde la experiencia, donde el alumno no es un recipiente pasivo, sino protagonista de su propio aprendizaje. Los alumnos aprendieron a trabajar en forma más autónoma.

La pandemia nos enseñó que el aprendizaje hay que disfrutarlo, que no debe ser algo aburrido. Hoy sabemos que debemos transitar menos contenidos y verlos con más profundidad. Aprendimos que menos es más.

La vuelta a la escuela nos ayudó a pensar en aquellas cosas implícitas que podemos reformular: aprovechar mejor los espacios, aprender en todos los espacios no sólo en el aula, abandonar las clases con los alumnos sentados mirando al profesor y dar oportunidades de aprender haciendo. Ahora vemos con más claridad la misión de la escuela de generar estudiantes autónomos que puedan aprender en forma híbrida y apropiarse de los procesos propios de aprender. Este contexto distinto nos alentó a involucrar más a las familias en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Tuvimos que rediseñar estrategias familiares de aprendizaje para que los padres puedan acompañar de cerca a los alumnos, generamos vías de comunicación más visibles para que los padres sepan qué pasa en la escuela. Hicimos más alianzas con las familias.

También nos ayudó a cambiar la mirada a la hora de evaluar. Ahora evaluamos los procesos de aprendizaje de cada alumno que no siempre se reflejan en la nota numérica de una prueba.

¿Cómo hacen desde los colegios para “competir” con los mensajes infundados difundidos masivamente (fake news sobre el Covid)?

Debemos guardar serenidad. Esto se está construyendo con docentes, alumnos y padres. Estamos viviendo muchos conflictos externos, distintas posiciones frente al manejo de la pandemia. La escuela debe alimentar un espacio de escucha, de diálogo, basado en el respeto y acompañamiento de los padres, alumnos y docentes.

No obstante, las novedades que trajo el 2020 también encierran algunos riesgos. El uso de nuevos dispositivos tecnológicos abrió posibilidades para dar curso a la continuidad educativa pero estos dispositivos también produjeron cierta invasión en el ámbito familiar: prender la cámara en los hogares puede ser incómodo para muchos.

Los docentes debieron aprender a tener a los padres en el aula. Tratamos de olvidarnos de que las familias nos están escuchando y concentrarnos en la didáctica para hacer de nuestras clases mejores clases. Esto también fue capitalizado y aprendimos a valorar la riqueza del aula física y presencial.

¿Tanto en Santa Brígida como en Monseñor Dillon, ya están pensando en la pospandemia?

La pandemia nos permitió ´invertir en nuevas formas de transitar la escuela. Nos trajo muchas instancias de innovación educativa para reformular la escuela. Ya estamos capitalizando todos estos conocimientos pensando en la pospandemia.